Ciao ragazzi!!!
Una vez descubierto que puedo escribir cuando quiera y luego cortar y pegar, voy a empezar a escribir de donde me sala del pito. Veamos. Ahora estoy en un avión rumbo berlín. He salido de Roma, la ciudad eterna, que será eterna, pero tiene los dos aeropuertos con los nombres más ridículos de la historia: Fiumicino y Ciampino... (sobran comentarios).
A ver como organizo la información, que vuelve a ser mucha. Tengo la sensavión (me he equivocado al escribir, pero no está mal, teniendo en cuenta que voy en un avión, así lo dejo, siendo fiel a mi teoría sobre el azar en el arte...) de que estoy metido en la peli esa del tío ese que le espían, joder, qué mal me explico, es que solo me sale la vida de Bryan y no es eso... bueno, esa peli del tío que vive y todos le ven... dejémoslo. El caso es que me pasan cosas muy curiosas. Sin ir más lejos, ayer, fui con mi amigo Mauricio, gran compositor (si queréis consultar su web, poned en google mauricio Annunziata, os saldrá la primera opción. Me encontraréis cantando en ella). A lo que iba, iba, valga la redundongonzoncia a dar una vuelta por Roma y cometimos el error de ir en su coche. Pues bien, a penas entramos en una de las zonas más concurridas de turistas y de tránsito en general (pese a que es difícil elegir una zona de Roma como la más concurrida, es un coñazo 24 horas...), pues bien, estando allí, el coche se cala y no arranca ni a tiros. Me dispongo a hacer lo que tantas veces he hecho con mi coche, que es arrancarlo empujando y salgo del coche (previa consulta con Mauricio para ver si sabía como se hacía). Empiezo a empujar, y cuando el coche coge velocidad, cuando Mauricio debe realizar la acción de arrancar, va el tío y tira del freno de mano.. casi me estampo contra el coche.... Es que el semáforo se había puesto en rojo... Baffanculo el semáforoooo!!! Intento cambiar de roles y que él empuje. Le da un empujoncito al coche y lo acompaña con la mano... imposible coger velocidad... vamos a parar y llamemos a la grúa. A todo esto, conseguimos medio estacionarlo en un lado (si a alguien le interesa, estábamos en la calle Vittorio Emmanuele (nada que ver con la película del mismo nombre), numero 7, por si alguien decide peregrinar hasta allí) De repente abservo que en la acera de enfrente, sin ninguna connotación homosexual, quede claro, se arremolina una gran cantidad de gente mirando el interior de una tienda y haciendo fotos al interior. Pienso yo, seguro que ha salido el papa a comprarse una nueva bata de cola de esas que lleva... Pues no, me acerco sigilosamente (no era dificil con los pitos (claxons) de los educados romanos) y me percato que me llega un perfume a brillantina. Lamentablemente no veo nada, pero deduzco por los comentarios que quien está allí es el mismo Dios, pues la gente casi se desmaya entre gritos y perfume a brillantina, sonidos de claxon y mi recurrente desodorante naranja (ver capítulo anterior, qué ganas tenía de decir esta frase...). De repente deduzco que un gnomo o algo así se va acercando hacia unos cochazos estacionados a mi lado, pero me extraña no ver el gorro rojo. Pienso, será un pitufo, pero no. De repente emerge ante mi, sin ninguna duda, como una ninfa entre las aguas (en este caso entre la gente y subido al coche para sobresalir por encima de él....)... SÍLVIOOOOO BERLUSCOJONI. Ahí está la prueba fehaciente de que es él. El hombre estirado y engominado y bronceado y no crecido, estaba al otro lado del coche donde yo estaba situado. El tío era todo sonrisa, no me extraña, se debe reir de todos los que le han votado... Pues eso, marchó el Berlusco (ese era su nombre de verdad, pero como nació chiquitín, le pusieron el oni del final). Momentos después llega la grua. El chaval, muy romano, pero sin toga, se sienta al volante y el coche arranca a la primera. De ahí se deduce, clarísimamente, que toda la culpa es del berlusco. Contaminó de brillantina el ambiente y el coche se ahogó. No os creais que miento sobre la estatura, está subido con el pie apoyado en la parte baja de la puerta (ese trozo del coche no tiene nombre???? nunca lo había necesitado hasta hoy)
Hoy el día ha sido diferente. He conseguido otro gallifante. He comido de gorra en Roma, en pleno trastevere, cocina romana de verdad. Os acordáis de la chica del avión que me invitó al restaurante donde trabaja?? (ver dos capítulos anteriores) Pues ni corto ni perezoso, para allá he ido. Me ha colado delante de los que esperaban, me ha servido pasta a la matriziana (para chuparse los dedos), un cordero a la caza (para chuparse ahora los de los pies), una tarta de piñoles (ella los llamaba así en su castellano particular) (para chupar... bueno, basta ya tant de chupar!!) y me ha mirado y me ha susurrado... puedes marchar. Así!? Sin nada a cambio?? No necesitas utilizar mi cuerpo para nada??? Evidentemente lo he expresado con los ojos (teniendo la precaución de cerrarlos previamente, como mirándome los párpados por dentro, sabeis???). Y me he marchado rodando a la plaza Españññña donde había quedado con Mauricio. Allí he conocido a una cantante que me ha explicado que debutó Aida estando en el teatro viendola y en el tercer acto, la han llamado porque la soprano (Guleghina, para más señas y que los friquis de la ópera me certifiquen si eso es verdad) se piró en la pausa.
Bueno, hasta aquí hoy. Espero que la referencia a la estatura del Berlusco de juguete sirva para que aquel que se hace llamar Kevin, se vea impelido a escribir en solidaridad a los centímetros de micromachine (o sea maicromachín)
Sigo postergando la gran historia, espero que no me pase nada más reseñable en unos días y pueda hacerlo. Aunque lo veo difícil si la teoría conspiratoria sobre mis compañeras de piso es cierta.Una última cosa. He estado en Roma y no he visto el Colosseo ni he hecho ninguna foto (excepto la del Berlusconsito), tiene mérito, no???